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SemMéxico/ONUNoticias, Cd. de México, 6 de diciembre, 2021.-

Erika y Patricia son dos habitantes del municipio de Ixtaltepec, en Oaxaca, México. Ambas son dos mujeres de origen zapoteco; mujeres fuertes, y decididas a continuar con el legado, saberes, y cultura de su pueblo; por ello, se acercaron a Una Mano para Oaxaca, organización social enfocada al desarrollo de las mujeres zapotecas, que desde el sismo que azotó a México en el 2017, no ha dejado de contribuir para el rescate de los saberes del municipio que se encuentra situado en una de las zonas más hermosas de México: el istmo de Tehuantepec.

 

Una Mano para Oaxaca surgió en septiembre del 2017 después del sismo de más de 8,2 grados que azotó a varias zonas del país, pero, en especial a Ixtaltepec, municipio destruido en un 80 % durante el siniestro. Sus fundadoras, Persedia Tenorio, Aída Corres Ernult, y Alejandra Rosado Martínez, empezaron a reconstruir los hornos de pan, ya que de éstos dependía económicamente la mayor parte de la población, concluyendo con su aporte en 2018 con un total de 118 hornos en 14 comunidades de Ixtaltepec.

 

Al finalizar esa etapa, se percataron de que había mucho más por hacer, pues distintas realidades sociales se acentuaron, entre las que se encuentran: falta de sentido de pertenencia, abandono a adultos mayores, pérdida de la lengua madre, escasez de fuentes de ingreso, desplazamientos forzados, sumisión de las mujeres, entre otros.


Educación y desarrollo

Por ello, las integrantes de Una Mano para Oaxaca crearon un modelo educativo productivo de intervención post desastre para su pueblo, que comparte herramientas educativas que impulsan el poder de la ciudadanía para reactivar su economía mediante programas que revitalizan su cultura, promueven la resiliencia, el autocuidado, la salud colectiva, y fortalecen la identidad y el arraigo comunitario. A través de este modelo, se adaptaron a las problemáticas sociopolíticas territoriales, así como a la crisis resultante del COVID-19; para lograrlo, formaron redes de promotoras comunitarias que tienen la misión de salvaguardar estos aprendizajes.

 

Desde el 2017, han logrado trabajar con otras 16 comunidades oaxaqueñas, a través de herramientas que revitalizan la cultura de los pueblos indígenas, creando experiencias de recuperación y preparación económica y emocional. Su sueño: volver a tejerse en comunidad a través de sus propias manos.

 

La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, en su objetivo número 5, nos indica que es necesario ampliar las oportunidades para que las mujeres y las niñas participen activamente en la vida cultural y lleven adelante sus propios proyectos y organizaciones, ya que es necesario dar más visibilidad y reconocimiento a las prácticas culturales que realizan mujeres y niñas principalmente.

 

De acuerdo con la Agenda, resulta de real importancia contar con narrativas que hablen de la discriminación de género o muestren el importante rol de las mujeres y las niñas en la vida cultural.

 

Por su parte, la meta 11,4 de los Objetivos Desarrollo Sostenible, que conforman la Agenda 2030, destaca la necesidad de redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural y natural del mundo; mientras el objetivo número 5 tiene como fin terminar con la discriminación contra las mujeres y las niñas en todas partes del mundo y eliminar todas las formas de violencia contra ellas y demás prácticas perjudiciales contra las mujeres y niñas, en los ámbitos público y privado.

 

También procura asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública.


Salud comunitaria

Dentro del Modelo Educativo de Intervención Post Desastre, Una Mano para Oaxaca creó el Programa formación de promotoras de salud comunitaria del Istmo de Tehuantepec, colectiva de mujeres que generan círculos de aprendizaje comunitarios para la salud preventiva y el autocuidado a través de la recuperación de saberes ancestrales.

 

La iniciativa fortalece el poder de las mujeres para impulsar el autocuidado y cuidado colectivo, defendiendo la visión de salud comunitaria, promoviendo espacios para abordar el duelo, el manejo de emociones, la alimentación y la recuperación de saberes locales de medicina tradicional.

 

“Queremos partir desde los saberes de medicina tradicional, y brindar herramientas con talleres para el sistema inmune, la nutrición, y la herbolaria.

 

Para que las participantes de este programa puedan aprender estos conocimientos, y puedan compartirlos con su familia, vecinos, amigas, personas de su barrio y su comunidad, y que esto empiece a ser un efecto dominó a mayor escala”, dijo a ONU Noticias, Cynthia Osornio Sánchez, coordinadora del Programa de formación comunitaria.

 

La iniciativa beneficia a niñas y mujeres adultas zapotecas del Istmo de Tehuantepec en un contexto post desastre por el terremoto del 2017, que redujo los espacios de cuidado colectivo, situación que se agravó a raíz del aislamiento social derivado de la contingencia por COVID-19.

 

Según su coordinadora, dicho programa responde a la necesidad de las mujeres de su comunidad que han vivido en condiciones desfavorables para su cuerpo y salud. Los periodos de estrés han repercutido en su bienestar emocional, físico y social.

 

“Muchas mujeres han tomado talleres previos de herbolaria, pero ahora nos estamos enfocando justamente en el acompañamiento emocional, por qué justo con este tema de la pandemia fue algo que se dejó de lado; se enfocó en la salud física, pero las consecuencias emocionales son bien importantes, la depresión, la parte del duelo, sobre todo no poder seguir los rituales tradicionales, no poder hacer entierros y velación, sí hay una parte emocional importante que no se ha abordado,” añadió Cynthia.

 

Los aspectos culturales desempeñan un papel esencial para que la Agenda 2030 de las Naciones Unidas tenga éxito. La participación en la vida cultural, el desarrollo de las libertades culturales individuales y colectivas, la protección del patrimonio cultural material e inmaterial, y la protección y promoción de las diversas expresiones culturales, son componentes centrales en el desarrollo humano y sostenible.

 

El Preámbulo de la Agenda 2030 señala: “Reconocemos la diversidad natural y cultural del mundo, y también que todas las culturas y civilizaciones pueden contribuir al desarrollo sostenible y desempeñan un papel crucial en su facilitación.”

 

El Programa está formando a 20 promotoras comunitarias de salud, mujeres zapotecas originarias del Istmo quienes, a través de talleres de medicina tradicional y salud comunitaria, están generando materiales educativos en español-zapoteco y gestionando huertos medicinales. De esa forma, buscan aportar a la prevención de la salud de sus pueblos de manera integral y quieren revitalizar los saberes que forman parte de su identidad zapoteca y arraigo comunitario.

 

“Las mujeres que han participado en el programa, ya integran en su vida personal este tema de los cuidados que tenemos las mujeres, que siempre es hacia afuera, mientras nos olvidamos de nosotras mismas. Después lo manejan con sus familias, amigos, vecinos”


Rescatar los saberes de los antepasados

Erika Delgado Tovar, que es una mujer zapoteca, preocupada por su comunidad y su cultura, cuenta a ONU Noticias como el participar en estos talleres, le ha ayudado ir rescatando poco a poco los saberes de sus antepasados, y cómo esto le ha ayudado a salir adelante.

 

“Ya se está olvidando de eso. Ahora en el curso me he llevado muchos saberes, saber que tenemos medicinas naturales, me he dado cuenta de que tenemos el remedio en casa. Es querer aprender y que todos aprendan que se pueden hacer sus propios medicamentos. Por ejemplo, la albahaca es buena para relajar o para cuando estás triste, la cáscara de mandarina si la hierves y te la pones al momento de bañarte, sientes mucha energía en el cuerpo.”

 

Para Erika, aprender esto es muy importante, ya que le recuerda a su abuela diciéndole y dándole diversas plantas para sanar de alguna enfermedad o malestar que la aquejaba. Cuenta, como la abuela le decía qué tomar, qué plantas usar o comer. “Si me sentía mal, me daba un té y al ratito ya me sentía bien. Eso ahora ya no hay, es importante recuperar eso y que nuestros hijos lo aprendan, y así ellos se lo enseñen a sus hijos.”

 

“El taller que da Una Mano para Oaxaca es bueno, porque aprendo y me llevo mucha sabiduría, es bueno aprenderlo porque lo tenemos en casa, y si no, sembrar, por ejemplo, todas las plantas medicinales. Me llevo mucha sabiduría y que sepan que la medicina tradicional, no hay que dejarla”.

 

Elsa Gómez Hernández comenzó con la curiosidad de aprender sobre la medicina tradicional después de tratar con medicina alópata durante mucho tiempo a su hijo que llevaba tiempo con problemas bronquiales, por lo que, a través del aprendizaje obtenido en el programa, desde conocer las plantas necesarias, hasta sus propiedades y uso, aprendió a hacer un jarabe que ha ayudado a aliviar los problemas de salud del menor.

 

“Me ha ayudado muchísimo en varios aspectos, sobre todo en la cuestión del sanar a través de las plantas, aparte de conocer las propiedades de las plantas, me ha ayudado a que, antes de utilizar una planta investigue sus propiedades y qué utilidad le puedo dar”, explica Elsa.

 

“Nos estamos olvidando de dónde venimos, o como crecimos, recuperar esto nos ayuda en mucho a que lo tengamos a la mano y seamos mucho más cuidadosos con la naturaleza y con lo que proporciona. Hay alguna razón por la que en esta región florece un árbol que solo se utiliza el día de muertos, no lo encuentras en otro periodo. Si lo descuidamos, esa esencia que se ocupa, pues desaparece.

 

 

 

 

Edición: Leticia E. Becerra Valdez

 

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