Por: Everildo Gonzalez Alvarez
Vamos con la parte final, la tercera y es importante conocer de sus costumbres. Algunas tradiciones de ellos y de los pueblos circunvecinos de ese entonces, así como de los purépechas, han perdurado hasta nuestros días.
Las excavaciones arqueológicas y las investigaciones han sido capaces de explicar por qué existían muchos restos infantiles dentro de un templo particular en Tlatelolco.
Debido a una hambruna y a un grave brote de enfermedad, que no se ha aclarado hasta el momento, “en los años 1454 a 1457 cientos de niños fueron sacrificados al dios Tlaloque ----que es un conjunto de dioses con cuerpos pequeños---- en Tlatelolco”.
Ehécatl-Quetzalcóatl, el dios azteca del viento, fue considerado como uno de los Tlaloque, y se desempeñó como el poder que sopló obstáculos del camino para dar paso a la lluvia. La lluvia nutre la tierra y lava el mal y la enfermedad. Curiosamente, el Tlaloque también era conocido por ser el patrón de las enfermedades. Por lo tanto, los tlaloque son relacionados con estas dos fuerzas contrastantes.
Pruebas osteopatológicas y odontopatológicas realizadas a restos de niños sacrificados en Tenochtitlan y Tlatelolco mostraron que muchos de ellos eran niños cuyas condiciones de salud eran pobres en diversos grados.
Una teoría del porqué los niños fueron elegidos para ser sacrificados en el ritual es que eran niños que contrajeron la enfermedad durante la hambruna y fueron seleccionados para suplantar los poderes duales del Tlaloque. También se cree que debido a su tamaño, los niños fueron seleccionados con frecuencia para personificar a las pequeñas deidades representadas en las figuras de Tlaloque.
La anterior no es la única teoría que se ha estudiado, pues también se ha propuesto que los niños fueron elegidos como víctimas de los sacrificios, porque, su juventud les proporcionó la pureza para comunicarse apropiadamente con los dioses y obtener su favor . Además, Ehecatl-Quetzalcoatl era una deidad masculina, por lo que se ha encontrado una mayor cantidad de restos de varones, ya que se creía que los hombres sacrificados personificaban mejor la representación divina que las mujeres ofrendadas.
En Tlatelolco, los enterramientos que se han encontrado han demostrado una gran diversidad en cuanto a la forma y las costumbres con las que las personas fallecidas eran enterradas.
Se ha encontrado que difieren de uno a otro en cuanto a número y calidad de las piezas que se han encontrado en ellos. Los objetos cerámicos consisten principalmente en platos, molcajetes, ollas y figurillas.
En el sitio arqueológico y sus alrededores se han encontrado una gran cantidad de entierros infantiles, en ellos los investigadores han encontrado la tradición generalizada de realizar los entierros con objetos cerámicos que muy probablemente eran utilizados como instrumentos de juego por el niño o la niña fallecida, entre los objetos de juego más comunes que se han encontrado hay canicas de barro, figuras cerámicas con formas de animales, y objetos personales del difunto como los son vasijas o pequeñas navajas de obsidiana.
Un hecho interesante es la existencia de ofrendas consistentes en huesos humanos. Hay tres sitios de entierro que representan tres etapas de la vida. En el primero, un radio izquierdo juvenil para un entierro infantil; un radio de adulto en un entierro de adulto, un radio más, izquierdo, de un anciano.
Desde tiempos antiguos el arte ha sido una herramienta entre los pueblos para documentar el pulso cultural y político de una sociedad. En el caso de Tlatelolco, había mucho movimiento e interacción entre los pueblos indígenas que ocuparon la región, gracias a esto, el diseño en los artefactos de cerámica revela estilos exclusivos de algunas tribus o regiones geográficas que influenciaron en la vida de la sociedad tlatelolca debido a su importancia como centro comercial y de intercambio entre diversas culturas, además de que podemos observar la evolución de los utensilios cerámicos desde el inicio de la ciudad hasta la ocupación por parte de los colonizadores españoles.
“La cerámica chichimeca fue precursora de la azteca y continuó en esta última sin cambios radicales de estilo, aunque desde luego surgieron algunas alteraciones en el transcurso del tiempo. Vasijas de barro, adornadas con un sencillo diseño lineal de color negro sobre un fondo de color de cuero o anaranjado muestran cuatro fases distintas, llamadas, por los lugares en que más ejemplares se han hallado, estilos de Colhuacan, de Tenayuca, de Tenochtitlán y de Tlatelolco. Vaillant logró determinar su cronología por medio de una hábil combinación.”
El estilo de Tenochtitlán comenzó más o menos en 1400, el de Tlatelolco hacia 1450. En la primera mitad del siglo XV, esta cerámica azteca en sentido estricto, se presenta en su mayoría en Texcoco y los pueblos dependientes de él, pues esta ciudad estaba en esos días en pleno apogeo bajo el cetro de Nezahualcóyotl. Ambos estilos se extendieron a partir de esta fecha por todo el valle de México, que formaba una unidad política y cultural desde que se estableció la liga tripartita de Tenochtitlán-Texcoco-Tlatelolco, misma alianza que generó la evolución en la cerámica que se fabricaba en la región, hasta llegar por fin a una estilo en el que se percibe claramente la influencia de modelos españoles. Estos ejemplos muestran una vez más cómo la parte más insignificante y frágil de la herencia cultural del hombre puede desempeñar un papel importante como testigo en la comprobación de los hechos históricos y como apoyo de las tradiciones escritas
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